Foto de Amanita caesarea
Audio, Horses, Frank Möbus, guitarra, Carlos Bica, contrabajo y Jim Black, batería.
Su
color las delata, su color naranja metálico hace que se vean con
cierta facilidad.
En
ocasiones corre la voz y de repente un sitio se llena de buscadores,
no voy a decir que se parezca a las ramblas, pero os puedo asegurar
que no pasan diez minutos sin encontrarte a alguien. A mí también
me llegó la voz y fui a probar suerte. Llegue al sitio, mi objetivo
era encontrar la más preciada de la setas, nunca la había
recolectado pero la conocía bien, es una amanita, se dice que era la
seta preferida de los césares romanos, de ahí su nombre: caesarea,
Amanita caesarea. Las amanitas son diversas y numerosas, cientos de
ellas nos rodean y se encuentran en nuestros bosques, en su mayoría
tóxicas o venenosas, todas ellas tienen los sombreros separables de
los pies, “todas” ellas tienen las láminas y los pies blancos,
con anillo y volva; estas características sirven para todas menos
dos: la caesarea (laminas y pie amarillo) y la submembranacea (sin
anillo). Las Amanitas tienen a su vez un récord en la estadísticas
hospitalarias, son la especie de setas que más muertes produce, el
95% de muertes por ingestión de hongos, y eso sin contar las
personas que se salvan y quedan enfermas de por vida o trasplantadas,
un veneno mortal se esconde en el interior de muchas de ellas.
Siempre achacan la mayoría de envenenamientos a la A. phalloides, y
mi teoría es que no creo que toda la gente confunda esta seta con
alguna comestible, yo pienso que son también culpables la A. verna
o A. virosa, dos Amanitas igualmente mortales, confundibles con
champiñones, he aquí el motivo de mi famoso consejo de ten
cuidado con las setas blancas.
Teniendo toda esta información me dispuse a buscar la comestible y
suculenta Amanita naranja.
He
de confesar un íntimo y escondido hasta ahora secreto y es que
siempre voy con otra persona cuando salgo a recolectar, pero eso lo
contaré brevemente, revelaré su identidad en la historia del día
30. El ir con otra persona cuando sales al monte, es importante, han
sido muchos los casos de desaparición o de accidentes con final
fatal por ir solo.
Bueno,
estaba con ella y nos adentramos en el arbolado, todo estaba pisado,
pero aún así conseguimos un par de boletus, yo salí al camino y
ella detrás de mí (el ir por el camino no significa que no sigas
mirando, de hecho hasta en Zaragoza voy mirando y os podría decir
sitios donde salen setas), yo iba unos metros adelantado y, de
repente, divisé un montón de puntitos naranjas, no las toqué,
quería compartir aquella magnífica visión con mi compañera de
recolección setil, le llamé con una sonrisa que delataba mi
descubrimiento, le dije que se apresurara, con tanta gente no estaba
el tema para distracciones, se acercó corriendo con este estilo
peculiar que tiene, con su cestita, su sonrisa y sus pechos saltarines, le susurré “aquí,
agáchate”. Era un poema, una decena de setitas naranjas nos
llamaban, nos mostraban su belleza por primera vez. De repente, un
todo terreno. Nos sentamos en el borde del camino intentando tapar lo
inocultable, disimulando y esperando que pasasen de largo, el potente
coche se detuvo justo delante de nosotros, cuatro gordos, barbudo
alguno y los demás sin afeitar, feos todos, nos preguntaron sobre la
recolecta, nuestra respuesta (nos gusta llevar cestas con tapa) como
casi siempre fue “no hemos encontrado nada, está todo muy pisado,
parece que toda España haya pasado por aquí” y los tíos que no
se iban y nuestro tesoro a nuestras espaldas; en este momento, si
alguno de ellos las viese ¿cómo íbamos a decirles que las teníamos
controladas? ¿si se baja uno del coche y empieza a recolectarlas?
¿con qué autoridad moral podrías decir que eran tuyas, que tú las
habías visto antes y por no sé qué tontería estabas disimulando?
supongo que viendo nuestras caras de pardillos y después de intentar
ver a través de la tapa de mimbre, después de estirar el cuello en
varias ocasiones, se fueron. Cuando ya no se veía el coche, nos
metimos dentro del bosque y entonces empezó todo el ritual, el
ritual que siempre hacemos, que siempre seguimos sea con la seta que
sea, apalancar la seta con la navaja (hay varias setas que no las
cortamos y os aseguro que no se daña nada), eso lo hacemos porque
mucha de la información de las setas se encuentra en la base del
pie, en el caso de las Amanitas es esencial, después tapamos el
hueco, dimos la vuelta a la seta y nos mostró sus láminas doradas,
signo inequívoco de que habíamos encontrado el tesoro (estando
totalmente seguros de que nuestro hallazgo era el correcto y que no
era otra seta que la tan ansiada A. caesarea, aún así al llegar a
Zaragoza las llevamos al experto del restaurante Txoco de la calle
Dr. Horno). Nuestros ojos se iluminaron y nuestras cestas se
empezaron a llenar, aquella fue una jornada muy fructífera y de
calidad.
Son
ricas, es divertido recolectarlas, pero lo mejor, la mejor sensación
es cuando muestras tu descubrimiento al compañero, este año haré
fotos de antes de recolectar. Creo.
La
única Amanita que recolectamos es la caesarea y eso que conocemos
otras comestibles ¿Pero? ¿Merece la pena el riesgo? NO
(Nunca
recolectar y menos ingerir ninguna seta que no conozcas
perfectamente).